PODEMOS

Según Emilio Butragueño Florentino Pérez es un ser superior. No sé si habrá unanimidad en el diagnóstico, pero lo cierto es que no es un hombre normal. Es poderoso. Un personaje perseguido por el éxito profesional, capaz de las más altas empresas de nivel mundial, en la industria y en el deporte. Pero es falible. Nada humano le es ajeno. Vamos, que  también la pifia.
En Lisboa, sin ir más lejos. Su castellana compostura se quebró en el gol de Ramos, siendo eyectado del asiento por sus nervios, lanzando al aire 92 minutos de frustración en medio de un palco lleno de las más altas dignidades. No estuvo bien, pero era disculpable. Aunque la cosa se puso mucho peor cuando, en el gol de Bale que ya daba la victoria, totalmente libre de la marca de Mariano Rajoy, se fue en veloz galopada hasta la fila donde José María Aznar festejaba con no menor entusiasmo. Allí se fundieron en lo que podríamos llamar “el abrazo de Lisboa”.


Imágenes de RTVE donde se descompone la secuencia del "abrazo de Lisboa" mientras el gol sube al marcador en el tercer fotograma.

Como abrazo fue discreto. Poco más que un give me five neoyorkino, un choca esos cinco vallecano. Pero su significado era profundo. José María Aznar no es más que lo que fue: un ex presidente del Partido Popular, pero Florentino representa a muchos miles de aficionados del Real Madrid. Tal vez no todos simpaticen con ese presidente, sobre todo después de que el actual, del mismo partido, se declarara madridista confeso.
Pero, como hay madridistas de toda ley, quizá más de uno censure que esos segundos sean la palanca para volver la eterna leyenda negra del Madrid, la del equipo del gobierno, la del palco del Bernabéu lleno de ministros, donde los peor intencionados dicen que se decidían nombramientos o se repartía el embetunado de las carreteras. Ese equipo malvado que ceban sus enemigos, los mismos que se consolaron cuando Zapatero chocó los cinco de Joan Laporta en el 2009.
Mala cosa. Gesto feo. Florentino había perdido el tino, quedándose sólo en las florituras para la galería del Floren, tomando partido a la diestra. Y, cuando todo el mundo pensaba que la versión medieval del Real Madrid estaba poseyendo a Florentino Pérez, en ese mismo instante, juran los cronistas que todo el madridismo congregado en el estadio lisboeta fue un clamor gritando ‘’¡Podemos!’’. Allí estaba la mano izquierda del gran jefe, el arma secreta, usando para sí el que iba a ser eslogan triunfador en las elecciones del día siguiente. El de Pablo Iglesias el Mozo, ese que es tertuliano y no tipógrafo. Sí señor, apuntándose un tanto por la izquierda antes incluso de que la sorpresa hubiese llegado siquiera.
No se podía esperar menos de ese hombre singular, capaz de hacer que Ancelotti cantara mejor que Casillas. ¡Qué clarividencia! ¡Que premonición! Así, Florentino Pérez, poniéndole una vela a Dios y otra al diablo, rompía moldes y se quedaba con lo mejor de la derecha y de la izquierda. Además, por supuesto, de la décima que le había costado tantas novenas.


A ver si Butragueño va a tener razón…