La tricolor

        Acaba de suceder en España una de esas cosas que se leen en los libros de historia: el rey ha abdicado. Hasta nombrarlo es difícil pues, dicen los manuales que el verbo abdicar, o sea ‘ceder un monarca la soberanía sobre su reino’, varía su construcción si es transitivo o intransitivo.

El verbo de marras, ya transitivo ya intransitivo, acaba de abrir un proceso de la mayor complejidad en este preciso momento. La caja de todos los truenos y todas las reivindicaciones sobre lo que estaba atado y bien atado hasta conformar un sistema estable: el modelo territorial, la forma de Estado, el reparto de poder de los partidos políticos, la Constitución…. En medio de la aún muy viva crisis económica e institucional, procesos soberanistas y terceras repúblicas se vislumbran por doquier en forma de enseñas y banderas. La Transición ha muerto, ¡viva la Transición!
El discurso de abdicación de Juan Carlos I tal y como lo sirvieron las cámaras de Telecinco.

La nueva transición es naciente e incierta y poco podemos decir ahora, salvo, eso sí, que como aquí hablamos de fútbol (más o menos) éste se nos aparece por debajo de los sesudos análisis. Politólogos, comentaristas y entendidos llegan ahora a la conclusión de que el momento de abdicar ha sido elegido porque en él se citan dos factores estratégicos: el aún dominante bipartidismo y la estabilidad que, desde hace casi 40 años, viene identificándose con monarquía. Tal vez si se hubiese esperado, esa hegemonía de dos ya estaría rota, o el sentimiento republicano tan crecido que sería difícil tomar esta decisión y cualquier otra.
Qué razones tan sabias y qué fechas tan oportunas haciendo coincidir, casualmente, el trámite para tener nuevo Rey y el Mundial de fútbol. Dicen que Felipe VI será proclamado rey de España el día que la selección juega contra Chile (18 de junio). No en vano Mariano Rajoy soltó la bomba de la abdicación y, de inmediato, se fue a despedir a la selección del fútbol con un mensaje del Rey Juan Carlos I lanzado como la despedida a un batallón expedicionario que partiera para Ultramar.
Desde que España es potencia ganadora, el fútbol siempre llega al rescate de la patria, para ayudar o sustituir a sus símbolos más queridos, para llenar el vacío de poder o servir de nexo de unión en la discordia. Hasta los detractores de la monarquía lo saben.
La firma madrileña 198, sin ir más lejos. Se dedica a vender algo así como merchandising republicano. Desde unos bonitos polos, que ya ha lucido Pablo Iglesias El Mozo, a guillotinas, de las de multiplicar por dos y por las cervicales a los reyes del Ancien régime.
Pero la joya de la corona, permítase el sinsentido, es una camiseta de la selección española de fútbol con los colores de la bandera tricolor republicana. De una gran calidad, 100% poliéster, y para todos los públicos hasta el XXL. Y lo más importante, es una camiseta con efectos retroactivos, ya que borda en el pecho sobre el escudo, la estrella de campeones del mundo conseguida en período monárquico.
Willy Toledo ataviado con la camiseta de la selección republicana de fútbol. Foto:unonueveocho.es

Olvídese de engorros inútiles. Destierre de su kit de manifestante todo aquello que reste movilidad. Con este sencillo complemento podrá reivindicar la Tercera, sin tener que llevar pesados mástiles o banderas gigantes. Haciendo que, como diría Cayo Lara, aquellos y aquellas que sientan la república se conviertan en hombre/mujer-anuncio con el reclamo más mediático, el fútbol. Y si, además, la prenda le sienta tan bien como al actor Willy Toledo, miel sobre hojuelas. Desde que don Juan Carlos ha salido por la tele agitando el pañuelo del adiós se han multiplicado las ventas. 
Fue Albert Camus el que dijo que patria es la selección nacional de fútbol. Pues su enseña, es decir la representación del modelo de Estado de esa patria, es la camiseta. La medida de todas las cosas. Aunque en este caso, por ceñirnos a los parámetros textiles, la camiseta más que medida es la talla de España. 
Así, a ojo, ¿cuál le calculan ustedes?