La vida es chula, dijo Dani Alves
vestido de Benzema para la ocasión de celebrar el jalouín. Por supuesto que la
vida debe ser muy chula para Dani Alves. Pero no se le ocurra a
nadie dudar de la capacidad de observación que un brasileño que quiso
ser español tiene sobre la sociedad catalana actual. Es más, creo que da en el
clavo al emplear esa frase. Es un eslogan, tomado de la marca Desigual, que
retrata mejor que cualquier estudio sociopolítico la situación
de Cataluña: es desigual.
No es lo mismo para los separatistas
que para los españoles, es distinta para la CUP que para Convergencia (por
mucho que digan), nada que ver para la familia Pujol-Ferrusola y el resto del
universo mundo y, al fin, es diferente para Mas que para Oriol Junqueras, mudo
y afanado en barrer los restos de Convergencia usando a la CUP de fregona.
Ahora bien, si hay un sitio donde todo parece ser igual es el Camp Nou. Lugar
de acuerdo y de unanimidades a la búlgara, en especial para protestas por
determinadas causas políticas.
En el mítico campo azulgrana
últimamente se pita al unísono lo español y se tremola al viento todo
aquello que represente a la nación catalana. Hay quien se sorprende. ¿Acaso no
había sido siempre así? Al menos desde el crepúsculo del franquismo el Camp
Nou, a cara limpia o de tapadillo, se había convertido en el lugar para
manifestar la oposición al régimen y a todo lo que suponía. Sus paredes
eran lienzo para las pintadas con lemas nacionalistas, parecidos a los que
circulaban en las octavillas que empezaban a cambiar de mano durante los
partidos. Ser más que un club tenía estas cosas. Y estas
servidumbres. Tu casa ya no es sólo tu casa. Tu campo ya no es sólo tu campo.
Es el lugar para hacer visible la patria y protestar muy alto para que todo el
mundo se entere.
Eso, durante el franquismo, tenía
sus razones. Pocos lugares como ese gran estadio para concentrar la rabia y la
censura sin levantar sospechas. Una manifestación inmóvil que marchaba cada
quince días protegida por el fútbol a salvo de venganzas. Era una dictadura, ya
se sabe.
Pero ha pasado mucha agua (de
Canaletas) bajo el puente. La sociedad española ya es otra. Y los
catalanes, y el resto de españoles, tienen todo tipo de recursos para hacerse
oír, alto y claro. Incluso hay algunos, como el presidente Mas, que tienen todo
el poder en sus manos para hacerlo. Me refiero al cuarto poder. El Barça, a
estas alturas, no es necesario para aquellas misiones salvo que, como sucede en
estos días, haya prisa. Se necesite correr y engrasar el "proces" con
todo tipo de ungüentos y lubricantes.
Lo escribió en El País Ignacio Martín Blanco. Los independentistas van de farol.
Se lo han colado incluso a su propio electorado y necesitan “actos de soberanía”, la imagen de
que el Parlament ya actúa como si fuera de facto independiente de la legalidad
española, con el objetivo de forzar la mediación internacional para resolver el
“contencioso entre Cataluña y España”. Imagen. Y, para eso, el Barça, el Camp
Nou, vuelven a ser necesarios. Si se trata de proyectar al mundo un mensaje es
el mejor altavoz.
Voluntario repartiendo esteladas. Albert Gea, Reuters. |
Y así se
preparó el partido de ayer contra el Bate Borisov, con reparto de banderitas
gratuitas y a lo grande. Lo más parecido al Bernabéu en un Primero de mayo del
Caudillo, sólo que este palco estaba ocupado, en un partido intrascendente, por
el President
de la Generalitat, Artur Mas, el conseller de la presidència Francesc Homs, el
conseller de Cultura Ferran Mascarell y también el líder de Esquerra, Oriol
Junqueras. Y el campo entero pidiendo respeto a la vez que pitaba
el himno de la UEFA. Un acto tan institucional a estas alturas, me refiero a lo
de la bronca y los pitos, que debe ser una forma de mostrar respeto. Libertad
de expresión.
La misma
libertad que usó el grupo de socios "Blaugrana al vent" para pedirle
al presidente del Barça que no permitiera el reparto de las 30.000 esteladas.
Dicen que el Camp Nou no es un manifestódromo, que no está para actos
políticos. Pero se equivocan. Cataluña está regida por los separatistas y,
vayan o no de farol, su guerra es la imagen y la quieren ganar a toda costa. Y
el Camp Nou es su IMAX universal. En Cataluña sólo hay sitio para las
manifestaciones de unos, aunque no sean mayoría. Aunque la bandera que deba
lanzarse al vent del Barça no sea la blaugrana del himno.
Ha cambiado
el pendón que hermana a los culés. En el Camp Nou sólo hay vent para tremolar
estelades.