Pedro Sánchez habla delante de una gran bandera de España tras ser ratificado candidato del PSOE a las elecciones generales. Foto: Reuters |
Se tuvo
que morir Marujita Díaz, famosa por exaltar la bandera con el pasodoble de la
ínfima zarzuela "Las Corsarias", para que, en un país tan extraño
como España, sus representantes políticos empezasen a defender la bandera
oficial. En esto consiste una de las diferencias que vende España en Fitur: sus
representantes políticos temen mostrar pública adhesión a los símbolos de su
país o incluso mencionar su nombre. No pasa en ningún otro destino turístico
del mundo. Merece la pena venir a ver esto.
La cosa
tiene viejas raíces. La Transición, alabada durante cuatro décadas, se hizo
negando el universo simbólico español (bandera, himno, fiestas) que parecía propio
del franquismo. Los nacionalismos periféricos, por antiespañoles, impusieron su
discurso, la derecha no quería identificarse con los tiempos pasados y la izquierda,
por antifranquista, asumió el discurso nacionalista mucho más allá de lo
previsto por su ideología. El PSOE del congreso
de octubre de 1974 afirmaba que “la definitiva solución del problema de las
nacionalidades que integran el Estado español parte indefectiblemente del pleno
reconocimiento del derecho de autodeterminación de las mismas". El Partido
Comunista en su “Manifiesto-Programa” de septiembre de 1975, sostenía “el
carácter multinacional del Estado español y el derecho de autodeterminación
para Cataluña, Euskadi y Galicia, garantizando el ejercicio efectivo de ese
derecho por los pueblos”.
Y entonces, izquierda, derecha, centro y
periferia decidieron que España no existiese, ya que no existe lo que no se
nombra o no se ve. La bandera española pasó a ser un símbolo de tiempos oscuros,
acatada de mala gana como símbolo sólo de unos. Así se generalizó, también,
aquello de usar “este país” o “el Estado español” para referirse a España. Era
la forma de quitarle el significado nacional a España. De no mencionarla. Sólo
era una construcción política, no una nación.
Ha pasado mucho tiempo. Ahora, ante la
contundente presión nacionalista hacia la autodeterminación, la izquierda se da
cuenta de que España también existe y de que hay que visibilizarla y hasta
nombrarla para ganar votos. Y Pedro Sánchez se cae del caballo del PSOE delante
de una gigante y muy constitucional bandera española, dándose cuenta de que esa
banderita, mire usted por donde, también es roja.
Pero, paradojas, resulta que la
Transición también se cae de los altares. El movimiento Podemos impone ahora el
discurso del "régimen del 78" y sus líderes de "la casta". Y
cala. Presumen de nuevo patriotismo, pero no dejan de usar las viejas
expresiones, diciendo "este país" unas cincuenta veces por minuto.
Parece ser que "ese país" es lo único que se salva de la Transición.
Un país que, como hace más de tres décadas, no es España.
Joan Laporta censura a la UEFA ante el expediente abierto al Barça por las esteladas de la final de la Champions. Foto: PúblicoTV. |
Y, en medio del enésimo jaleo por las
banderas, los símbolos y las denominaciones nacionales, el fútbol aparece como
casi siempre, para enredar el asunto de la patria. Vuelve Joan Laporta desde la
tumba de la política para demostrar que, como mejor se promociona el
nacionalismo catalán, es desde la poltrona del Barça. Y resulta que a la UEFA
le da por ponerle micro, amplificador y coros. Su expediente al Barça por las
esteladas de la final de la Champions es la mejor campaña a la que podría
aspirar el ahora pretendiente a gobernar el Barcelona. Ya ha conseguido volver
el asunto a su favor: "el que quiera esteladas en el campo, que me
vote".
La UEFA, sin duda con nobles y
reglamentarios fines, pretende alejar el fútbol de la política, pero añade más
leña y más política a la hoguera nacional-futbolera que siempre da lumbre a
España y que, en las grandes ocasiones, se convierte en incendio.
Así sucedió en esa final de la Champions
o en la última final de la Copa del Rey. Otra vez. Allí, a los símbolos de
España se les puso música, de viento, y ahora se les añaden las estrellas, de
la estelada. Ambas cosas que, estando prohibidas, ganarán, seguro, más
defensores. Vuelve a ser la España de Marujita Díaz que, en lejanas tardes de
televisión, presentaba el programa "Música y Estrellas" repasando lo
mejor de la revista.
Marujita Díaz canta "La Banderita" en la película "Y después del cuplé" (1959). |
Laporta,
la UEFA, el fútbol, Pedro Sánchez y, sobre todo, las banderas.... Toda una
antología de la revista nacional. Si Marujita levantara la cabeza los ojos le
volverían a hacer chiribitas, como sólo a ella le hacían.