Ari, ari, ari, Del Bosque
lehendakari
Yves Laterne, el flamenco que fue primer
ministro de Bélgica, dijo una vez que lo único que compartían flamencos y
valones era “el rey, la selección nacional de fútbol y algunas marcas de
cerveza”. Debe ser cierto en Bélgica, un país casi imposible, en el que no hay
argamasa que fragüe para empastar a sus heterogéneas comunidades nacionales.
Pero, para algunos asuntos, también debe ser cierto en la discutidora España.
Al menos eso puede concluirse de la entrevista que Risto Mejide realizó a Iñaki
Anasagasti el pasado 16 de marzo.
Allí el fútbol se erigió varias veces en
la metáfora del poder y de la patria. Anasagasti lo utilizó para hacerse entender,
regateando preguntas y rematando argumentos con los más clásicos chuts: “siempre
hemos querido hacer política, siempre hemos querido convencer con la palabra,
siempre hemos querido jugar en el Bernabéu, pero el árbitro estaba elegido por
la directiva del Real Madrid”.
Así, conforme pasaban los minutos, sus palabras
se iban acercando a esas que Laterne pronunciara en 2009. El juego iba
adornándose con sus opiniones sobre un “valiente” Suárez, un “embaucador”
González, un “acomplejado” Aznar (con abuelo del PNV y todo), y un “cachondo”
Rajoy, capaz de desaparecer en medio de las más decisivas negociaciones para
ver un partido de fútbol puro en mano. Todo para llegar al Rey, “gran
comisionista”; además de corrupto.
La panoplia de Laterne se reducía:
descartado el rey y no siendo la cerveza bebida nacionalista, a la pregunta de
“¿a quién verías tú como buen presidente de la república española?”, respondió,
sin dudar: “a Del Bosque. Es Entrenador. Es un hombre que lleva una selección y
que la lleva bien ¿no? Es un hombre conciliador ¿por qué no?”
Minuto veinte. Saltaba la sorpresa en el hasta entonces
incierto resultado.
Iñaki Anasagasti, venezolano de nación,
vasco de nacionalismo y español por DNI, algo debe entender de estos asuntos.
El fútbol, como siempre, argamasa nacional española. Incluso para un devoto de
don Sabino. En España el fútbol es un lugar de encuentro, de pacto, incluso
para quienes la niegan o quisieran no pertenecer a ella.
Si hacemos caso a Anasagasti, tal
vez un día la selección española de fútbol consiga volver a jugar en San Mamés
y, como en las noches gloriosas de Toquero, lograr que todo el estadio, como un
solo león, sea un clamor rugiendo al grito de:
Ari, ari ari…Del Bosque Lehendakari.